Incapaz de superar el adiós de su esposa, Bretón recurre a la más atroz violencia: contra sus hijos. Con el más refinado sadismo: que nunca apareciesen, y así ella y él estarían unidos para siempre en la búsqueda. Y con el más dantesco de los métodos: adormecerlos y quemarlos en una gigantesca hoguera hasta que sus cuerpos se los llevase el viento. La tarea policial cometió un tremendo error, pero un año después pudo ser acusado. Y condenado.