Cristina sabe ir de compras, llevar la casa, trabajar de secretaria en una empresa, ir a comer a a casa de sus padres, apuntarse en una auto-escuela… Lo de todo el mundo. Lo que ocurre es que quizás lo hace todo con excesivo ahínco… demasiado a fondo. Se toma todo demasiado a pecho, como se suele decir. No consigue hacer las cosas de manera relajada como los demás. Los demás se adaptan al mundo y ella no. Ni siquiera se atreve a decir a sus padres que vive sola y se inventa una historia con el chico que le enseña a conducir. Por eso, cuando Patricia, la encargada de la agencia de colocació,n le habla con amabilidad, interesándose por su caso, parece como si recobrara confianza en la vida…