Domingo vive la vida como un juego constante. Le gusta apostar poniendo en peligro incluso su propia integridad física. Las apuestas son diversas, pero la más terrible consiste en que un hombre salte desde la barra de un bar, cuantas más veces mejor, contra su estómago. Marcelina, su mujer, vive la constante incertidumbre del día trágico en que le comuniquen lo esperado e inevitable.