Toda la existencia de la fascinante anciana que da título a este film de Lehman tiene un aire de leyenda. El cineasta define A comme Adrienne de la siguiente manera: “Esta película es un regalo. Un regalo para una mujer. Tiene 77 años, la edad máxima para leer a Tintín. Una noche me invitó a cenar, y hacia el final de la velada, comenzó a recitar historias del folclore persa. Le dije que me gustaría regresar la semana siguiente para filmarla. Se pensó que estaba bromeando, porque muchos le habían dicho lo mismo antes, y ninguno volvió. Pero esta vez sí pasó… La filmé a menudo. Aparece en muchas de mis películas. Quizás el cine ha cambiado la vida de Adrienne, pero lo que es seguro es que ella ha contribuido a cambiar la mía”. De nuevo, la creación es indivisible de la vida real. La película concluye con Adrienne relatando un cuento persa, reflejo de su propia existencia y del cine de Lehman, un artista que siempre ha sabido disfrutar de una buena historia.