Son Agustín y Carmelo y Vicente y Mary, y es su madre Milagros. Y es el mar. Y son las montañas. Y ellos allí, en su casa alta, en el norte de la Isla. Cuando uno a uno la cámara los retrata, cada mirada extraviada se convertirá en pregunta. Una mirada que comprende poco a poco lo que pasa: que algo faltó, que algo se puso de más, en cada uno de los hermanos. Poco a poco las montañas y el mar, la tierra y el aire, nos irán desvelando la historia. Nos conducirán hasta el fuego de la vida común, allí donde casi todo lo que sucede posee la condición de milagro.