En la década de los 50, una creciente ola de infartos de corazón asustó a la población estadounidense. El investigador y patólogo Ancel Keys propuso que la culpa era de las grasas saturadas, que elevaban el nivel de colesterol, pero estudios posteriores le desmentirían. Hoy en día, aunque las tasas de colesterol han disminuido en los países desarrollados, el número de accidentes coronarios permanece casi estable. Por lo tanto, cada vez son más los investigadores que rechazan la teoría que culpa al colesterol. La guerra contra el colesterol, sin embargo, ha llevado al desarrollo de una industria alimentaria de lo 'bajo en grasa' que ingresa miles de millones de dólares al año; y las estatinas, el fármaco que baja el nivel de colesterol, es uno de los medicamentos más prescritos en todo el mundo, a pesar de que se ha comprobado que pueden provocar efectos secundarios graves, como la diabetes tipo 2, pérdida de memoria o trastornos del sueño.