En esta obra se introduce la alta clase media como tal –terratenientes que viven en Madrid de sus rentas y sin trabajar-, clase pudiente que no tiene que ocuparse en nada y habla de celos, de amor, de matrimonio; habla de eso filosóficamente como el título indica. Su tono y estilo son naturales; su relación con los criados también. Los señoritos aluden al “demi monde” con modales que le convienen y que son si no más auténticos por lo menos tanto como los de salón. Pese a la intención del autor, penetramos en ese mezquino mundillo socio-moral. En cambio, la intención del comediógrafo es evidente por lo que se refiere a la renovación espacial y al manejar una acción sencilla con personajes de sus días. Con El hombre de mundo alcanza Ventura de la Vega su mayor éxito y uno de los triunfos mayores de la época. El hombre de mundo preludia la “alta comedia” y es el paso obligado para llegar desde Bretón a López de Ayala o a Tamayo y Baus.