La Corte del zar Nicolás II (1894-1917) estuvo dominada durante algunos años por Rasputín, un campesino siberiano, al que muchos consideraban un taumaturgo, un "enviado de Dios". Gracias a la influencia que ejerció sobre la zarina Alexandra, adquirió un poder que acabó por corromperlo y sumirlo en la locura.