Don Benito, Doña Pura y Don Augusto viven precariamente de una miserable pensión. A principios de cada mes coinciden en las colas que se forman en las ventanillas de la mutua, ocasión que aprovechan para hablar de la vida pasada y de los achaques recientes. Así se enteran de que Don Felipe, un conocido, está muy enfermo y se encuentra solo y sin dinero para un entierro decente. Deciden entonces pedir un préstamo para ayudarlo, pero, como no se lo conceden, recurren a una solución más drástica: atracar la caja.