Las guerras del futuro se librarán por el agua como lo son hoy por el petróleo, a medida que la fuente de la supervivencia humana entre en el mercado mundial y en la arena política. Los gigantes corporativos, los inversionistas privados y los gobiernos corruptos compiten por el control de nuestra oferta cada vez menor, lo que provoca protestas, juicios y revoluciones de los ciudadanos que luchan por el derecho a sobrevivir.