En los meses finales de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas atravesaban velozmente el territorio alemán en una búsqueda desesperada. Los últimos informes de Inteligencia sugerían que el III Reich estaba a punto de acabar un arma secreta que podría cambiar el resultado de la guerra. Finalmente, en abril de 1945, un pelotón del ejército estadounidense descubría una instalación secreta en mitad de un bosque, a unos 150 kilómetros de Frankfurt. Se trataba de un hangar abandonado y en él se encontraron una docena de aviones inacabados con forma de boomerang, con motores a reacción y construidos casi enteramente en madera. Eran los Horten 229, los aviones invisibles de Hitler, una proeza de la ingeniería bélica que se adelantaba varias generaciones a cualquier otra aeronave del mundo.