En un futuro cercano, una aplicación global rastrea las emisiones de CO2 de cada ciudadano, imponiendo una cuota diaria de consumo. Al principio, nadie parece inquietarse demasiado. Pero la indiferencia se convierte en pánico cuando descubren las consecuencias de alcanzar el límite permitido, enfrentándose a un sistema que castiga sin piedad a quienes rebasan la cuota.