En plena Segunda Guerra Mundial, Hitler se propone asestar un golpe mortal a la moral inglesa: el asesinato de Winston Churchill. Para ello, el alto mando alemán envía a Inglaterra a un comando de paracaidistas de élite, disfrazados como soldados norteamericanos, cuya misión es acabar con la vida del Primer Ministro aprovechando los planes de este de pasar un fin de semana en una apartada mansión en la campiña.